puede
que mi cuerpo se adapte mejor al tuyo ahora. y por eso, esto. por tamaño. por
amor. porque está en mi naturaleza encajarnos. puede que nunca haya visto
sobrar tanta cama. que jamás haya tenido tanta sed de locura. que en la vida,
la vida misma, haya valido tanto la pena. voy a esperarme aquí. desnuda. en tus
paredes deslizándome en todas las fases lunares. el blanco dejó de ser él para
acunarme en turquesa. cierro los ojos y amplio mi aurea de agua calmada. deja
que te columpie, que te ame, que me olvide de mis manos cuando las pierda en tu
carne. no tiene palabras la curva blanca de tu espalda. jamás se podría
escribir nada de eso a otra piel. tampoco nada a un cuerpo que no fuera de
mujer. y nunca la nada me ha gozado tanto. la nada de nuestras gargantas,
bocas, manos, el vacío, el agujero negro que crea el colapso en el cuerpo de
manera proporcional a las descendentes milésimas que nos separan. la pausa. los
intentos por separar el muro y llegar a tu boca, buscando que me llenes de
algo, y pesar y volver a tocar con los pies en el suelo. el abismo. el salto. y
el precipicio de cascadas líquidas y de pálpitos que siguen si sigues. lo amo,
ahora, con toda la serenidad de quién quiere llegar al sol y se da cuenta de
que todo lo ocupa
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